El efecto de los rayos ultravioleta sobre algunos virus ha generado falsas expectativas sobre el sol y el calor como preventivos ante SARS-CoV-2.
Por Myriam Vidal Valero y Michelle Morelos/7 de julio 2020
Que las altas temperaturas del verano en el hemisferio norte del planeta podrían favorecer un freno a la pandemia de COVID-19 ha sido una hipótesis revisada desde los primeros meses de este 2020 con base en el comportamiento de otras enfermedades respiratorias que tienen menor ocurrencia en periodos calurosos.
Ese planteamiento ha estado acompañado recientemente de poner expectativas en los rayos solares como parte del combate a la enfermedad, y así lo exponen algunos medios periodísticos con encabezados similares a este: “¡Hay esperanza! Según estudio, los rayos solares podrían matar rápidamente el Covid-19” (1).
La idea está lejos de ser descabellada si consideramos que la radiación solar se compone de una amplia gama de tipos de energía dentro de los cuales se encuentra la luz ultravioleta (UV-A, UV-B y UV-C) y existe evidencia de que los rayos UV-C y UV-B son capaces de destruir material genético, ya sea en humanos o en partículas virales. (2)
En el caso específico del SARS-CoV-2, diversas investigaciones sugieren que los rayos UV-C podrían inactivar a algunos otros tipos de coronavirus (3), lo cual sirvió como punto de partida para que un grupo de científicos comenzara a preguntarse si los rayos UV-B podían tener efectos similares.
Fue así que se publicó el pasado 20 de mayo el primer estudio enfocado en los efectos de los rayos UV-B sobre el SARS-CoV-2, publicado en The Journal of Infectious Diseases. (4)

¿Qué dice el estudio?
Lo primero a saber es que los investigadores no expusieron a personas enfermas de COVID-19 a los rayos solares o determinadas temperaturas, sino a muestras del virus de SARS-CoV-2 sobre acero inoxidable y también en medios de cultivo, los cuales fueron colocados bajo una lámpara especial que irradiaba UV-A y UV-B.
Aunque ambos rayos estaban mezclados, un estudio anterior había demostrado que la luz UV-A no dañaba el SARS-CoV-1, de manera que si un tipo de luz podía tener un efecto serían los UV-B. Los científicos observaron que, en cuestión de minutos, ¡buena parte de partículas de SARS-CoV-2 había quedado inactiva!
De acuerdo con los resultados, el 90 por ciento del virus presente sobre el acero se inactivó cada 6.8 minutos bajo condiciones de luz similares al sol de medio día de verano en un día despejado, y cada 14.3 minutos en las mismas condiciones, pero simulando el sol en solsticio de invierno.
A la par, compararon los tiempos de inactivación del virus en el acero bajo luz solar artificial con otras muestras en acero, que no fueron expuestas a la misma, durante períodos de hasta 60 minutos y no observaron una inactivación significativa en la oscuridad.
Los hallazgos sugieren que el potencial de transmisión del virus puede reducirse significativamente en ambientes exteriores expuestos a la luz solar directa en relación con ambientes interiores… peeerooo, hay que recordar que fue un análisis en condiciones controladas en laboratorio.
En pocas palabras, si quieres impedir la infección o eres portador del virus y no deseas transmitirlo a otra persona, evita poner tus esperanzas solamente en la acción de los rayos solares o el calor veraniego.
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