El sitio de restauración Miguel Alemán es un lugar vivo, abierto al encuentro. Al igual que con las aves, la visita de familias de San Luis Río Colorado, de Mexicali y su valle, llenan de colores este oasis ecosistémico ripario que conecta con la versión natural original del cauce del río Colorado.
Yuliana Dimas conoce a los álamos. Los observa desde la base de su tronco. Acaricia sus ramas. Sabe que con la llegada del calor, renacen. También es consciente de que estos árboles conectan con la gente. En el desierto, los álamos, con su verdor chillante y su clamido airoso, presumen una personalidad cándida. Si bien ya no son fáciles de encontrar en el Valle de Mexicali, debido a la falta de agua en el cauce del río Colorado, en el sitio de restauración Miguel Alemán, los álamos son los dueños del lugar.
Ubicado a 14 kilómetros de San Luis Río Colorado, Sonora, pero dentro del Valle de Mexicali, en el estado de Baja California, el sitio Miguel Alemán es una muestra de éxito de los esfuerzos llevados para lograr la restauración de los ecosistemas originales del río Colorado.
Desde 2010, este proyecto es administrado por la organización Pronatura Noroeste, donde Yuliana es técnico en involucramiento comunitario. Lo que fuera un terreno semidesértico con apenas 23 especies de aves detectadas, hoy es un área de 190 hectáreas con 100 mil plantas nativas —principalmente de álamos, sauces y mezquites — reforestadas que reciben 122 especies de aves.

Alguien como Yuliana es la persona perfecta para explicar el porqué existen álamos en un lugar donde su propagación actual es mínima. Que entre pinos salados y plantas de algodón, estos árboles son los verdaderamente nativos del ecosistema ripario, nombre que se le da a los hábitats a las orillas de los ríos. Ella sabe cuándo desaparecieron del cauce del Colorado, en una época en que el progreso decidió desviar el vital líquido del río binacional y usarlo para irrigar los campos de un valle agrícola en potencia. Sin agua corriente, los álamos y sauces se secaron y sus lugares fueron tomados por los pinos salados, plantas introducidas capaces de adaptarse al entorno agreste y de altos niveles de salinidad.
Al inicio, la idea de desmontar los pinos salados y de abrir paso al regreso de los bosques de álamos y sauces no fue recibida con entusiasmo por los residentes del lugar. “Mucha gente no creía en lo que se pretendía hacer. Como que no creían en la historia de la restauración”, comenta Yuliana mientras nos dirigimos por un camino de terracería rodeado de tierras de siembra.
Gracias a un trabajo constante con la comunidad, poco a poco, los vecinos del ejido Janitzio II y de la colonia Miguel Alemán fueron sumándose como voluntarios. La participación colectiva fue clave en la primera etapa de desmonte de especies no nativas que se dio de 2010 a 2012. Al siguiente año, en 2013, se iniciaron los trabajos de instalación de una tubería que permitiría la entrada de un volumen de agua del canal Reforma, por donde fluye la mayor parte del volumen de agua del río Colorado. Éste tendría como objetivo regar la flora del sitio, inyectarle vida. No fue hasta que el verdor de los álamos regresó al cauce del Colorado que la opinión de la gente mejoró con respecto al proyecto de restauración de Pronatura Noroeste.

La suerte del cucú pico amarillo
Dentro del sendero principal del sitio Miguel Alemán, el bosque se muestra denso. Hileras de blancos troncos cunden el espacio. Entre estos, las ramas largas y caídas de los sauces, con sus hojas puntiagudas características, se mecen con el mínimo de aire. El crujir de las hojas bajo nuestros pasos espanta a unos pájaros que vuelan a ramas más altas para observarnos a la distancia. A medio camino, Yuliana se detiene. Detecta una pluma abandonada en el suelo. Sólo un ojo entrenado como el de ella puede reconocerla con tal rapidez, ya que su tono terroso hace que se pierda fácilmente con el entorno. Su forma puntiaguda, combinada con el tono marrón de base, le permite confirmar que perteneció a un faisán. Para ella, la pluma caída tiene una historia; la de un ave que fue presa, seguramente de un coyote que anduvo de cacería, lo que básicamente significa que el latido del ecosistema está más vivo que nunca.
“Nuestro trabajo de monitoreo nos ha permitido detectar diversas especies de aves y otros animales, como los coyotes, dentro del terreno, lo cual nos permite saber que el ecosistema está vivo y que el ciclo alimenticio se mantiene”, me explica Yuliana sin detener su paso.
Este tipo de recorridos son clave en los programas de educación ambiental que ofrece Pronatura Noroeste a los visitantes. Internarse en un bosque ripario en medio del desierto es toda una experiencia; saca al pequeño explorador que todos llevamos dentro. Yuliana es quien guía a los visitantes y comparte con paciencia cada detalle dentro del bosque. Donde cada hoja tiene un nombre, donde cada canto de ave tiene un dueño. Que los visitantes aprendan y reconozcan las diferentes especies de flora y fauna nativas es lo que verdaderamente hace que la gente conecte con el proyecto.

Entre tanta naturaleza, la pluma que Yuliana lleva en la mano también habla de otra importante misión del grupo. Pronatura Noroeste tiene entre sus filas a un equipo de monitoreo de aves que estudia las poblaciones de especies aladas para con ello, conocer mejor la salud del ecosistema. Un aumento en el número de especies de aves migratorias vistas dentro del sitio es positivo para los esfuerzos del proyecto. Significa que las aves migratorias están tomando al sitio Miguel Alemán como parada de descanso y alimentación dentro de su ruta de viaje.Por esta razón, las plumas negras, marrones y rojas dicen más que su belleza intrínseca. Las plumas color fuego te hablan de que sobrevuela un reyezuelo corona roja; el antifaz negro sobre el rojo brillante de que el mosquero cardenalito anda alimentándose en el lugar.
Pero entre plumajes llamativos y cuerpos adaptados al hábitat, encontrar el pico amarillo en el pardo cuerpo del cucú tiene mucho que decir a los ojos expertos de los pajareros.“El año pasado —en 2021— por fin se tuvo el registro del cucú pico amarillo en el sitio. Son aves que gustan de andar entre ramas de álamos y sauces jóvenes. Dábamos por hecho que su falta de presencia se debía a que le faltaba edad al bosque. El haberlos visto durante la temporada de anidación fue sumamente motivante, nos dicen que vamos por buen camino”, dice Yuliana esbozando una sonrisa sincera.
La experta en involucramiento comunitario sabe que buena parte del éxito del proyecto depende de que ella logre generar curiosidad por la naturaleza en los visitantes. Hacer del sitio un lugar más llamativo, con más actividades para que más familias visiten el sitio de restauración y disfruten de los beneficios que ofrece, desde la parte educativa hasta la lúdica. Y mientras ella me explica los detalles del jardín polinizador y los viveros del proyecto, puedo verla perfectamente como un engranaje crucial de este ecosistema recuperado. Que si bien no tuvimos el honor de ver al cucú pico amarillo, entiendo que su regreso alado es tan importante como el de las familias que visitarán al sitio de restauración. Porque al final del día, todo habla de un ecosistema conectado, vivo; todo el esfuerzo se manifiesta en los encuentros que suceden en este bosque de álamos que pinta al cauce del río Colorado con sus colores originales.
*Este trabajo periodístico forma parte del programa de difusión del Water Desk en Colorado, Estados Unidos. Son Playas lo replicó por su valor informativo, sin fines de lucro.
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