Mexicali es la segunda ciudad más poblada de Baja California. Asentada en un desierto con veranos extremos, la ciudad comienza a tomar medidas en sus áreas verdes para afrontar la falta de agua del río Colorado.
Salir a caminar a mediodía durante un verano en Mexicali es un acto arriesgado, incluso peligroso. En un buen día de calor intenso, cuando el termómetro puede alcanzar los 50 grados Celsius, el ambiente es tan agreste que pocas plantas logran sobrevivir la temporada. Muchas plantas exóticas mueren marchitas y las hojas de los árboles yucatecos se achicharran a merced del sol.
El Ficus microcarpa, nombre científico del árbol yucateco, es una especie de árbol exótico introducido en la década de los sesenta a los jardínes de la ciudad de Mexicali. Común en áreas tropicales, resulta obvio que los árboles sufran enormemente durante los meses de altas temperaturas de estos parajes desérticos. Y mientras los yucatecos se achicharran, los árboles de mezquite y palo verde subsisten bien la temporada de calor. Cuando todo parece infierno, la sombra creada bajo las ramas verdes de los árboles nativos es un verdadero refugio.
Muchos de los jardínes en Mexicali no están listos para el alza en las temperaturas que promete el calentamiento global. Pocas son las voces que claman atención al problema. En el sector público, existen un par de mentes conscientes que buscan cambiar algo desde su área de acción. Las áreas verdes públicas de la ciudad —parques, jardines y jardineras— son responsabilidad directa del gobierno municipal, el cual delega las tareas a la Dirección de Protección al Ambiente. Frente a los retos, el actuar de una oficina con un presupuesto y capital humano limitado es clave, ya que, por un lado, son responsables de mantener el riego de las áreas verdes durante todo el año, en especial durante las temporadas de mayor demanda de líquido, a la vez que deben considerar la situación que impera en la cuenca del Colorado, una en estado de emergencia.
Carlos Eliseo Roano, un jóven biólogo que coordina varios de los programas municipales de forestación y un vivero municipal experimental, lo sabe bien. Reconoce que la presencia de especies de flora exóticas muestran la errada visión de una época en la que se pensaba a las áreas verdes como aparadores de fantasías sociales. Esta idea ha sido confrontada por una nueva generación de profesionistas que abogan por la transición hacia áreas verdes con plantas nativas como parte de un frente común de adaptación ante la crisis del agua que presiona a toda la región noroeste de México y del suroeste de Estados Unidos.
El río Colorado es considerado el río más importante del oeste de América del Norte, siendo fuente de agua para 40 millones de personas repartidas en siete estados de Estados Unidos y dos estados en México. La situación del agua se ha complicado con la sobreexplotación de la cuenca del Colorado y una sequía por 22 años consecutivos que tiene al sistema de presas de Estados Unidos a un tercio de su capacidad. Esta crítica realidad de baja captación de agua detonó una serie de acciones inscritas en el acta 323 de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), entre las que destaca la reducción en la entrega de volumen de agua a todos los estados involucrados. Por esta razón, este año 2022, México recibirá 757 millones de metros cúbicos menos de agua, es decir, un 6.8 por ciento menos del total que solía recibir.
“Con los flujos del río Colorado disminuyendo, es de suma importancia que la ciudadanía se adapte a la nueva realidad, una inevitable. En el caso de que bajen todavía más los flujos del Colorado, es casi seguro que la última prioridad para la ciudad serán sus áreas verdes. Ahí radica la importancia de que las áreas verdes sean sostenibles en el futuro”, comenta Carlos Roano, coordinador de forestación en la Dirección de Protección al Ambiente de Mexicali.
Ficus vs mezquite
Sobre la avenida Álvaro Obregón, una vialidad que corre desde las oficinas de Rectoría de la Universidad Autónoma de Baja California hasta el centro histórico de Mexicali, dos hileras de árboles de palo verde presumen sus flores con pétalos de un amarillo brillante. Sobrevuelan las abejas, de flor a flor, cargándose de polen y sirviendo como agentes polinizadores. Las aves aprovechan y cortan las hojas puntiagudas que luego usarán como insumos para la construcción de sus nidos. También han regresado las familias que ruedan en bicicleta o en patines durante las tardes. Estas flores del sol han regresado el oro a una avenida que había quedado rezagada frente al desarrollo de la ciudad dirigido al otro extremo de la ciudad.
El corredor de 500 árboles de palo verde (Parkinsonia florida), una especie nativa adaptada al desierto, fue parte clave del proyecto Washanami promovido por el Laboratorio de Invención para la Ciudad. Nacido desde la ciudadanía, el proyecto entabló alianzas con diferentes sectores para motivar la participación social y hacer de la labor, una actividad colaborativa. Al finalizar la siembra de los árboles nativos sobre la avenida, no solamente mejoró la imagen urbana, sino que también se sumaron beneficios ambientales: la mejora en la calidad del aire y el ahorro en el consumo de agua. Además, el proyecto sirvió como muestra de las posibilidades que ofrecen las plantas nativas cuando son insertadas en proyectos bajo una lupa multidisciplinaria.
Que se haya tomado al palo verde sobre otras especies exóticas habla de una batalla ganada en cuanto al rescate de espacios públicos con plantas nativas. Especies como el ficus o el árbol de algodón han sido erróneamente elegidas por políticos confundidos por una frondosidad y un verdor engañoso. Una moda que para Carlos Roano es difícil de justificar.
“No sólo es el hecho de que no pertenecen al entorno, sino que los números de consumo de agua tampoco los respaldan. Si ponemos a los árboles yucatecos frente a plantas nativas como mezquites en una tabla comparativa, anualmente, una planta nativa requiere de 20 mil litros al año, mientras que un yucateco necesita de 300 mil litros al año. La diferencia de requerimientos es exagerada, sumado a que el yucateco requiere que se le suministre el agua permanentemente”
Carlos Roano, biólogo.
A su parecer, las áreas verdes que cuenten con plantas exóticas están predestinadas al fracaso, tanto por el enorme esfuerzo de mantenimiento requerido como por la necesidad de un riego de por vida. A diferencia de los árboles yucatecos o benjaminas, cuyas raíces superficiales no alcanzan aguas tierra abajo, los árboles nativos tienen raíces pivotantes que en esencia buscan los mantos acuíferos con los que logran subsistir con total autonomía. Esta característica biológica de las plantas nativas es clave, como bien explica el experto, para mantener áreas verdes vivas en una ciudad que se mantiene creciendo, más no así su capacidad operativa.
Ante esta realidad, Carlos Roano actúa en consecuencia y como servidor público del ayuntamiento de Mexicali impulsa programas para el uso de plantas nativas en espacios públicos. También participó en la actualización de la Guía de Forestación de Mexicali en 2020, la cual enlista las especies de plantas que pueden ser utilizadas en jardines y áreas verdes. Y con el programa de adopción de espacios públicos como el trámite para la incorporación de áreas verdes en los planes de construcción, se busca que las empresas participen activamente en los cambios que requiere la ciudad.
Este último trámite municipal es uno que influye directamente en los nuevos proyectos inmobiliarios e industriales, ya que los obliga a cumplir con un espacio de áreas verdes en su diseño. Un dictamen positivo de parte de la Dirección de Protección al Ambiente dependerá obligadamente de que el desarrollador contemple el uso de plantas nativas como mezquites, palo verde, palo fierro, arbusto de incienso u otras especies con baja necesidad de agua, tal cual como lo estipula la Guía de Forestación de la ciudad.
Estos instrumentos han permitido al pequeño departamento municipal establecer una nueva tendencia en el uso de plantas ornamentales y de mantenimiento de áreas verdes en la ciudad. Porque además de variedades de flora, han buscado un cambio en las formas de riego, abandonando el riego por inundación y dando paso al sistema de riego por goteo. Uno que permita un mejor manejo del recurso, uno más eficiente en todo el sentido de la palabra: tanto para la planta como para los gobiernos municipales.
Lo cierto es que cada terreno ganado por las plantas nativas comienza a tener un efecto sobre los mexicalenses. Comienza a ser más común el ver mezquites torcidos en jardines residenciales o áreas exteriores con agaves y cactáceas en lugar de césped. Ya sea con la intención de bajar los gastos en el consumo de agua o por ser plantas que requieren de bajo mantenimiento, las personas han comenzado a reconocer los beneficios del uso de plantas nativas sobre plantas exóticas. Un cambio de mentalidad que, si bien se da a paso lento, a la larga, es uno que genera un cambio profundo en la comunidad.
La primavera ha pasado su cenit y, poco a poco, las flores amarillas del palo verde comienzan a ceder ante la gravedad del fin de temporada. Tanto la población mexicalense como las plantas nativas comienzan a prepararse; todos tienen bien grabado en su memoria que pronto llegará el infierno del verano. Y cuando el sol arrecia, cada gota de agua cuenta para vivir. Un sobrevivir que depende de todos. “En una ciudad desértica, es crucial que como mexicalenses nos desarrollemos de manera sustentable, en armonía con nuestro entorno”, me dice Carlos Roano con una mirada que parece ver un futuro repleto de plantas nativas. Mientras él y otros entusiastas hacen el cambio desde su trinchera, el resto nos inspiramos en los mezquites y las cactáceas y comenzamos a dar pasos dirigidos a ese cambio urgente. Entender el agua como realmente la entiende el desierto, con sus flores y su fuerza, para lograr sobrevivir a la gran sequía de nuestros tiempos.
*Este trabajo periodístico forma parte del programa de difusión del Water Desk en Colorado, Estados Unidos. Son Playas lo replicó por su valor informativo, sin fines de lucro.
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