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    Noventa años de arqueología en el sur de Sinaloa

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    La primera investigación de arqueología formal de Sinaloa se realizó en Mazatlán hace 90 años.

    El próximo 25 de diciembre se cumplirán 90 años del inicio de la primera investigación arqueológica formal en Sinaloa, lo cual ocurrió precisamente en la ciudad de Mazatlán.

    Podría parecer poco tiempo; sin embargo, la arqueología es una disciplina científica joven, pues sus orígenes se sitúan apenas a finales del siglo XVIII, mientras que en México, su afianzamiento como ciencia y su institucionalización se da hasta el Porfiriato, cuando algunos arqueólogos, en particular Leopoldo Batres, recibieron gran apoyo económico con el objeto de exponer las grandes pirámides y desenterrar objetos prehispánicos que dieran cuenta de nuestro “glorioso pasado” para celebrar el centenario de la Independencia.

    Desde ese momento, a pesar del cambio de régimen y del surgimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) e Instituto Nacional Indigenista (INI), hace ya 80 años, la verdad es que se le sigue dando más importancia al indio muerto que al indígena vivo. Pero acá vamos a hablar de la historia de la arqueología en Sinaloa.

    Leopoldo Batres al frente del lado derecho.
    Foto: MXCITY

    La historia de la arqueología en Sinaloa

    La primera mención de vestigios arqueológicos provenientes del estado de Sinaloa es incluso anterior a los trabajos de L. Batres y tiene por escenario al propio Mazatlán. Se trata del comentario del ingeniero Guillemin Tarayré, miembro de la Commision Scientifique du Mexique durante el breve reinado de Maximiliano, y quien pasó por el puerto en 1864.

    En su libro Explorations minéralogiques de régions mexicaines suivie de notes archéologiques et etnographiques, publicado en 1869, señala: “En las inmediaciones de Mazatlán, a corta profundidad en el aluvión y en las orillas de las lagunas que se extienden al sur de la ciudad se encuentran armas de piedra como hachas, flechas y morteros…”.

    Treinta años después, en 1894, el geografo O. H. Howart, en su artículo “On the Rock Inscriptions de Sinaloa (West Coast of Mexico)”, describe someramente Las Labradas y otros sitios de gráfica rupestre del sur de Sinaloa. Por su parte, a Alfonso Toro, en 1925 le reportaron que en las cercanías del río Culiacán recuperaron una vasija con decoración policromada cuando se estaba excavando el canal de riego Rosales; también le señalaron que había algunas piedras con grabados en las cercanías.

    arqueología
    Fragmento de vasija Aztatlán recuperado en el valle del río Culiacán (A Toro, 1925).

    Es, digámoslo así, la primera vez que un profesional en el estudio del pasado menciona vestigios arqueológicos de Sinaloa, pero no es la primera investigación propiamente dicha. Tal mérito les corresponde a Carl Sauer y Donald Brand.

    Registros arqueológicos en Mazatlán

    Sauer era ya reconocido internacionalmente por sus estudios de geografía del paisaje, mientras que Brand era un joven arqueólogo. El par de estudiosos se embarcó en San Francisco y arribó a Mazatlán en la Navidad de 1929. Apenas habían puesto pie en tierra cuando observaron que unas zanjas cortaban de tajo unos concheros en los que se encontraba una gran cantidad de tiestos. Vale la pena reproducir la cita completa:

    “Llegamos a Mazatlán en diciembre de 1929, y desde el primer momento encontramos por casualidad vestigios arqueológicos. El puerto está unido a tierra firme por una calzada que atraviesa un estuario y en el extremo oeste de dicha calzada hay un cementerio bardado. Este último sirvió como sitio de defensa de la ciudad durante la revolución de 1929 [se refieren a la guerra Cristera], y frente a él se excavaron trincheras. Estas llamaron nuestra atención porque cortan conchales que resultaron ser desperdicios domésticos en los que había abundantes fragmentos de cerámica de una calidad muy superior a cualquiera de las cerámicas mexicanas modernas. Los fragmentos eran de textura fina, bien pulidos y decorados con figuras en rojo caoba delineadas en negro” (Ibídem).

    arqueología de Sinaloa
    Cerámica recuperada por Sauer y Brand. La de abajo es la de Mazatlán (Sauer y Brand, 1998). Foto: Cortesía.

    Vestigios en la Escuela Naútica y Panteón Ángela Peralta

    El cementerio bardado al que se hace referencia en la cita de Sauer y Brand debe ser el actual Panteón Ángela Peralta y el estero el del Infiernillo.

    Justo en esa zona, el oriente del Viejo Mazatlán, es donde, también al excavar unas zanjas, pero en este caso para ampliar la Escuela Náutica, se encontró la escultura en barro de un jorobado, conocido desde entonces como “El Jorobado de la Náutica”, el cual está en exhibición en el Museo Arqueológico de Mazatlán. Aunque he de confesar que siempre he tenido dudas acerca de esta pieza. Sin embargo, recientemente, se pudo confirmar que la zona presenta efectivamente vestigios arqueológicos, entre los cuales destacan los tiestos del tipo Mazatlán policromo, el mismo que tan poderosamente les llamó la atención a Sauer y Brand y que es indicador de la ocupación prehispánica entre 1200 y 1531 d.C.

    Ángela Peralta
    Panteón Ángela Peralta. Foto: cortesía.

    Exploración en el sur de Sinaloa

    El descubrimiento en Mazatlán les dio ánimo para emprender el reconocimiento de la llanura costera sinaloense, repitiendo la ruta del ejército español durante la campaña de Nuño de Guzmán en 1531, entre el río Acaponeta, en el norte de Nayarit y el río El Fuerte, en el norte de Sinaloa. Su recorrido duró tres meses y en él, dicen: “tuvimos casi a diario la oportunidad de ver vestigios de una alta cultura aborigen”.

    Por supuesto, el reconocimiento no fue sistemático, sino que se realizó con la ayuda de informantes y se centró en las localidades que contaban con cierta infraestructura y/ o las áreas con mayor potencial para el establecimiento de comunidades humanas. Ello explica que, en el sur de Sinaloa, solo se hayan detenido en las cuencas de los ríos Baluarte y Presidio.

    Sinaloa arqueología
    C. Sauer y D. Brand en su recorrido por Sinaloa, cerca de Eldorado. Foto: cortesía.

    Era la parte baja de la cuenca del río Baluarte, junto con la del río Culiacán, “las que poseen los más impresionantes vestigios [arqueológicos] en la superficie” en todo el estado de Sinaloa. Describen a los del río Baluarte de la siguiente manera: “Están en las terrazas bajas por encima del nivel de inundación, pero contiguos a las porciones más fértiles de las tierras cultivables. Estos sitios están bien preservados y expuestos a la vista. La tierra que ocupan no es propicia o no del todo propicia para la agricultura, de manera que las ruinas están invadidas por el monte. Ni el arado ni las inundaciones han logrado destruirlas, pero la lluvia ha concentrado en la superficie los desechos humanos”.

    arqueología del sur de Sinaloa
    Loma de Ramírez, uno de los montículos arqueológicos entre Apoderado y Chametla.
    Foto: cortesía.

    Si bien no eran tierras propicias para los cultivos en la primera mitad del siglo XX, desde la introducción de sistemas de riego, se volvieron más que adecuadas y los vestigios arqueológicos han sido notoriamente afectados, pero eso lo abordaremos en otra ocasión; ahora mejor regresemos a la narración de Sauer y Brand: “El diámetro mayor del antiguo pueblo, escribieron, es quizá de dos kilómetros… No cabe duda de que este asentamiento fue muy grande y que estuvo habitado por muchas generaciones… Arriba de Chametla, concretamente entre Chametla y Apoderado, hay numerosos montículos en medio de una estrecha llanura aluvial, siendo el más notorio entre ellos la llamada Loma de Ramírez”. Además, destacan: “En ningún otro sitio habíamos visto tanta variedad de objetos”.

    Efectivamente, el antiguo asentamiento de Chametla es quizá el sitio arqueológico más grande y complejo del sur de Sinaloa. Abarca más de 100 hectáreas y cuenta con más de 50 montículos de tierra, entre ellos dos basamentos piramidales de casi 10 metros de altura y una cancha para el juego de pelota.

    Chametla
    Croquis de Chametla. Foto: cortesía.

    Complejidad cultural

    De Chametla pasaron a la vega del río Presidio, concretamente a Villa Unión, y al llegar ahí, los lugareños les contaron que había una gran cantidad de figurillas y vasijas de cerámica, así como ollas con huesos humanos. Lo cual constataron al visitar un corte hecho por el río, donde, además de abundantes fragmentos de vasijas de cerámica y artefactos de piedra, observaron que “una olla había sido cortada en toda su longitud y en su interior se veían los restos de un esqueleto”. Lo que es la primera mención de los famosos entierros en ollas o urnas funerarias.

    Les comentaron también de otros sitios arqueológicos río abajo, pero únicamente visitaron uno, ubicado en el rancho La Loma, a kilómetro y medio al norte de El Walamo. Lo que le daba nombre al rancho, escriben: “…es una pirámide artificial de aproximadamente nueve metros de alto y con la punta aplanada… Un montículo más grande pero menos visible se encuentra a poca distancia hacia el sur”. En general, comentan: “los objetos encontrados en el valle inferior del río Presidio concuerdan mucho con los del Baluarte, y según parece la cultura es idéntica a la de Chametla”.

    De tal modo que, hace ya noventa años, Sauer y Brand reconocieron la complejidad cultural de las sociedades que habitaron territorio sinaloense en la época prehispánica; lo que se reafirma año con año con las investigaciones efectuadas por el INAH Sinaloa, que el próximo 1 de marzo cumplirá 25 años de fundado, pero esa es otra historia.

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    Arqueología
    Dr. Alfonso Grave Tirado

    Luis Alfonso Grave Tirado es arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), maestro y doctor en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Investigador del INAH Sinaloa en el Museo Arqueológico de Mazatlán. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Desde 1998 realiza trabajos de investigación arqueológica en el sur de Sinaloa donde ha dirigido más de 15 proyectos de investigación. En la actualidad coordina el Proyecto Arqueológico Sur de Sinaloa.

    Alfonso Grave Tirado
    Alfonso Grave Tirado
    Luis Alfonso Grave Tirado es arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), maestro y doctor en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Investigador del INAH Sinaloa en el Museo Arqueológico de Mazatlán. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Desde 1998 realiza trabajos de investigación arqueológica en el sur de Sinaloa donde ha dirigido más de 15 proyectos de investigación. En la actualidad coordina el Proyecto Arqueológico Sur de Sinaloa.