El hallazgo se realizó junto a la avenida del Delfín, en donde maquinaria pesada sigue aplanando el suelo para dar paso a un nuevo desarrollo inmobiliario. Llaman a proteger el único vestigio prehispánico de Mazatlán.
El INAH está en espera de que le autoricen ingresar a terrenos aledaños a la Avenida del Delfín, donde trabajos de despeje de las maquinarias dejó al descubierto nuevos vestigios arqueológicos. A casi un mes de solicitar el ingreso, las máquinas siguen aplanando el área.
En esta zona, la flora se pierde conforme se despeja el terreno; algunas personas han tratado de recatar la fauna y a una familia de venados cuyo destino es incierto, pero el pasado prehispánico del puerto, de la región, de Sinaloa, también está en riesgo si no se llega a un acuerdo entre la dependencia federal y el dueño del predio.
Y es que el concepto de vestigios arqueológicos pareciera depender de la imagen de grandes pirámides y estatuas presentes en otras culturas. En la Aztatlán, que se desarrolló en Sinaloa y Nayarit, sus edificaciones fueron de tierra y madera, los materiales más comunes ante la casi ausencia de piedras. Y sin embargo, su cerámica fue de las más desarrolladas de Mesoamérica.
La arqueología tiene una deuda pendiente de décadas con Sinaloa, casi no se ha desarrollado investigación. Incluso actualmente solo se cuenta con cuatro arqueólogos para todo el estado, dos de base y dos que trabajan sobre proyectos.
Para poder defender su pasado prehispánico, los sinaloenses, los mazatlecos, tienen que saber que existe.
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Los primeros hallazgos
Las fotos que acompañan este texto no son piezas de la cultura azteca, maya u olmeca. Son piezas recuperadas en Mazatlán, en la zona sobre la que se construyó la avenida del Delfín. Y hay más elementos que están saliendo a la superficie con el desmonte de este espacio. El INAH quiere rescatarlas.
Fue en mayo de 2022, a raíz de la ampliación de esta vialidad hacia el norte, que se lleva a cabo un primer hallazgo en una de las lomas que se encuentra en la zona, a la que arqueólogos de la dependencia federal llamaron Loma Aztatlán. Correspondió al arqueólogo Víctor Joel Santos Ramírez participar en la recuperación.
“Una de esas lomas fue la que se partió a la mitad prácticamente cuando se hace esta avenida. Rompieron accidentalmente la tubería de agua que alimenta el norte de la ciudad, esa agua es la que baña una de las paredes que ya se habían cortado y empezaron a salir una gran cantidad de restos óseos, de huesos humanos”, relata el también investigador del INAH en Sinaloa.
Quienes encuentran estos restos dan parte a la Fiscalía estatal, que acude, realiza el peritaje y se llevan gran parte de los restos óseos y de otros materiales que encontraron ahí.
“A mí me toca ir al día siguiente a ver este hallazgo. Platiqué con los ministeriales que estaban ahí y les dije que era competencia del INHA pues estamos a cargo de todo lo que es prehispánico y esos restos óseos, por las características y la cerámica asociada, eran completamente prehispánicos”, recuerda el investigador.
El personal de la fiscalía estuvo un día y medio en la zona, recordó, y finalmente aceptaron que en efecto ellos ya no tenían nada que hacer, sin embargo, se llevaron el material que habían recogido.
“Me dijeron que ya había un expediente abierto y tenían que seguir un proceso. Hasta la fecha no hemos recuperado ese material, que sí me gustaría mucho porque, a mi consideración, además permitir un diagnóstico de la cultura que estuvo ahí, algunas piezas era posible armarlas nuevamente”, destaca.
Fue a partir de entonces, y durante varios meses, que personal del INAH realizó una exploración, tiempo en el que rescataron piezas valiosas de cerámica.
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Esperan la autorización para ingresar
Víctor Joel Santos Ramírez relata que a través de denuncias ciudadanas se enteraron que metieron máquinas a eliminar la vegetación del terreno, quedando al descubierto lo que a simple vista parecen capas de conchas.
Enseguida se presentó en la caseta de seguridad que hay en el área para solicitar el acceso. Lo atendieron con amabilidad pero la instrucción fue que hicieran una solicitud al Grupo Pinsa, propietarios del terreno, igual que cuando hicieron la primera excavación arqueológica.
Hace tres semanas, el director del Centro INHA Sinaloa, Servando Rojo Quintero y su equipo jurídico ingresaron una solicitud en las oficinas de esa empresa. A la fecha no han tenido respuesta.
Una cultura unida a los esteros
“Esta es una zona que está muy cerca de un arroyo que viene desde el Venadillo y que desemboca hacia la Marina. Toda esa zona la inundaba, de hecho, todavía la inunda en época de lluvia”, explica el arqueólogo.
La existencia de este cuerpo de agua es importante, pues fue lo que propició la presencia de asentamientos humanos prehispánicos en toda la zona circundante, principalmente en las partes que se encuentran arriba del nivel de inundación. Por eso las lomas son los lugares naturales que se eligieron para vivienda.
“En el caso de este sitio en la avenida Delfín, nosotros le pusimos el nombre de Loma Aztatlán porque identificamos que se asentó en esa zona la cultura aztatlán”, refiere Santos Ramírez.
Aztatlán es un nombre aportado hace ya casi 100 años por dos investigadores norteamericanos, Carl Sauer y Donald Brand, que llegaron a realizar las primeras prospecciones en el norte de Nayarit, Mazatlán y Culiacán. Ellos fueron los primeros en hacer registros de sitios arqueológicos de Mazatlán.
En diciembre de 1929 llegaron en barco desde San Francisco. Desembarcaron y al caminar por la avenida, que es la avenida de los muelles, muy cerca del panteón Ángela Peralta, se toparon con una excavación utilizada como trinchera durante la guerra cristera. El panteón se había convertido en una especie de lugar de protección, una barrera para impedir la entrada a la ciudad. En lo excavado encontraron un sitio arqueológico con restos de cerámica que fue registrada y publicada.
“Ese mismo tipo de cerámica la fueron encontrando en todo el sur de Sinaloa. Se dieron cuenta que se trataba de una cultura prehispánica que nadie conocía, una cultura arqueológica extinta que no conocieron los españoles”, destaca.
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La llamaron Aztatlán porque en mapas del siglo XVI, del noroeste y sur de Sinaloa, así era llamada toda esta región, desde Chametla hasta Piaxtla y la zona de San Ignacio. Con base en esas investigaciones pasadas y actuales, se sabe que esta cultura habitó la zona del año 700 al 1100 después de Cristo.
Tuvo diversos asentamientos, pero en Mazatlán y en Las Labradas tienen características muy peculiares porque eran estuarinos.
“Se asentaban en las zonas marismeñas y tiene su razón de ser porque no están ni pegados al mar ni retirados, como es el caso de este sitio (avenida del Delfín) que excavamos. En línea recta el mar está a unos 3 kilómetros”, detalla.
El asentamiento de Loma Aztatlán se encuentra en una zona que, al inundarse con el arroyo, se generan estuarios que atraían a innumerables especies de animales que llegaban a tomar agua, siendo propicia la caza. El agua también era aprovechada para la agricultura.
“Y además tenían cerca los productos del mar, es decir, todo perfectamente integrado. Estos grupos humanos se integraron al ecosistema de los estuarios. Este mismo patrón de asentamiento es el que se dio donde está el panteón Ángela Peralta, también desemboca un arroyo”, refiere.
Santos Ramírez trae a colación el enterramiento encontrado en la escuela náutica hace unos años. En cuanto vio las fotos detectó que eran restos prehispánicos. Un mapa le confirmó que ahí existió un estero.
“Ya todo está urbanizado, los trabajos que se pueden hacer ahí son mínimos, es muy complicado, pero era el único sitio registrado en Mazatlán. Y ahora este nuevo, que tiene esas mismas características, pero además es ahorita el único sitio que existe en Mazatlán, que tenemos identificado”, valora.
“Y si ya hay elementos arqueológicos visibles (…) hay una oportunidad de que podamos observar si hacemos recorridos en el terreno, la presencia de vestigios que nos permitan tener ya muy claro los lugares donde hay que proteger”, añade.
Lo ideal, considera, es que al final sea el mismo Ayuntamiento quien logre proteger la zonas con presencia de vestigios prehispánicos.
“Aquí el asunto es que en Mazatlán y prácticamente todo el estado, lo digo con mucha tristeza y lamentación, no existe una conciencia sobre la importancia que tienen esos restos prehispánicos”, sentencia el arqueólogo.
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Regular la construcción, para rescatar la historia
Víctor Joel Santos Ramírez considera que para proteger este patrimonio, se tendría que regular la forma en que se autorizan los permisos de construcción en aquellas zonas en las que podría haber vestigios.
Antes de que se lleven a cabo obras de infraestructura, como calles, carreteras o fraccionamientos, el INHA debería revisar el terreno para garantizar que los desarrolladores puedan trabajar sin afectar ningún resto arqueológico.
“En Sinaloa hay muchos asentamientos arqueológicos, pero han pasado inadvertidos en la mayoría de los casos porque quienes hacen carreteras presas y grandes obras de infraestructura no lo reportan. Si encuentran restos humanos, pues sí, pero avisan a la Fiscalía y muchas veces esos restos son prehispánicos, no son actuales”, señala.
En otros estados no se da esta situación, asegura, para ello es muy importante que funcione bien el Ayuntamiento (en el caso de Mazatlán), que quienes otorgan permisos en zonas como esta, donde ya hay una prueba de la existencia de sitios arqueológicos, incluyan entre los requerimientos que se realicen supervisiones y que el INHA acredite que no hay evidencias.
“Y si las hay, se lleve a cabo un trabajo de rescate. Es una modalidad legal que existe en México para que, si se hace un hallazgo durante una obra, pues entran arqueólogos, se hace la recuperación de lo que haya que rescatar y la obra puede continuar”, destaca.
La presencia de restos prehispánicos, asegura, no implica un impedimento para la construcción, un ejemplo de ello es el tren Maya, donde hubo brigadas de arqueólogos recuperando elementos prehispánicos y la obra no se interrumpió.
“Hay presencias prehispánicas en Mazatlán, en todo el sur de Sinaloa y en toda la entidad. Y como estamos viendo un enorme crecimiento sobre todo de ciudades como Mazatlán un enorme crecimiento hacia el norte, al igual que Culiacán, si no se llevan a cabo ese tipo de inspecciones esas evidencias se van a perder”, lamenta.
Los trabajos que hicieron en Loma de Aztatlán (avenida del Delfín) en 2022 los considera apenas un sondeo.
“Fue un asentamiento que tuvo muchos años. Lo que nosotros excavamos es una porción pequeñita de todo ese sitio y los hallazgos fueron notables”, reconoce.
Una vasija, a la que llamaron vaso aztatlán, es la que más se ha dado a conocer a través de fotos, pero hubo otras piezas que fueron restauradas, así como restos óseos también de enterramientos que todavía están analizando.
Reconocer el valor del pasado en lugar de destruirlo
Aztatlán era una alta cultura que, aunque no tenía las mismas características, no era muy diferente a las grandes culturas del centro y sur de México. Formaba parte de lo que se ha llamado Mesoamérica.
“Casi todo el estado de Sinaloa entra en esta denominación y lo que nos ha sucedido es que hay una enorme falta de Investigaciones prácticamente fueron décadas que se dejó de investigar Sinaloa y lo estamos pagando porque la población sigue desconociendo que tenemos un pasado prehispánico”, alerta.
Regularmente se cree que los primeros habitantes de Sinaloa eran nómadas y que no tenían cultura, pero eso es falso.
“Sí hubo una gran cultura, sí hubo una civilización importante en Sinaloa. Que no construyó pirámides, eso es relativo porque sí hubo construcciones, lo que sucede es que eran de material perecedero, como la tierra y la madera. La piedra es escasa en la zona de la llanura costera”, explica.
Cerámica como la que se encontró donde hoy está la avenida del Delfín no se halla en otra parte del país y es una de las de mayor calidad de todo Mesoamérica, junto con la cerámica mixteca Puebla, con la que tiene algunas similitudes.
Por el momento se han tenido dificultades para mostrar las piezas en el Museo Arqueológico de Mazatlán porque el recinto está en remodelación, pero la intención es montar una exposición para que la población pueda conocer esas piezas.
Que se proteja el sitio
“No estamos en contra ni vamos a impedir que esa zona se tenga que urbanizar, que se hagan construcciones, solamente es que entendamos que debe haber una zona que quede protegida, como una reserva”, solicita el arqueólogo.
Para un desarrollo urbano, puede ser un área verde, pero para los arqueólogos es un lugar en el que, teniendo recursos para investigación, pueden continuar explorando.
“Saber eso, que podemos convivir con esos espacios. Se da en muchas partes, muchas ciudades del país. No tenemos la experiencia en Mazatlán, hemos sido muy depredadores de todo y sería muy triste que no tengamos la sensibilidad de darle importancia a lo cultural”, sentencia.
El especialista hace hincapié en que para lograr proteger este patrimonio histórico en particular y todos los que sin duda existen en la zona, es fundamental la participación ciudadana, incluidos los desarrolladores.
“Que la gente nos ayude a estar observando, a estar denunciando, a que se sensibilicen los propietarios, quienes llevan a cabo estas obras, a que se recuperen este patrimonio. Tienen el poder de hacerlo, porque luego (ya construido) es más complicado”, invita.
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