El mar y las playas siempre fueron el escenario sobre el que el maestro Antonio López Sáenz plasmó con su obra pictórica la vida de un Mazatlán idílico, siempre vivo e inspirador.
“El mar fue uno de esos elementos que le llenaron a él. Por ser mazatleco, estaba improntado con el mar, la arena y la sal. A todos los que vivimos en Mazatlán se nos va creando una impronta que nos nutre de la energía que da la naturaleza, algunos la podemos vivir, pero otros además la pueden replicar a través del arte. Y eso es lo que tenía de singular el maestro López Sáenz, lo que él vivía y sentía lo pudo plasmar a través de sus obras”, expresa emocionada Raquel Briseño, bióloga y presidenta del Patronato del Parque Natural Faro Mazatlán.
Por eso es que, para ella, explica la entrevistada, López Sáenz también era un cronista gráfico pues, así como los escritores hacen su narrativa, él lo hizo a través del arte audiovisual.
“Cómo hablaba, cómo lo pintaba, cómo lo podía plasmar en sus lienzos y en las esculturas. Eso es una persona fuera de serie, que tiene esa sensibilidad y además puede compartirla a través de las obras”, comparte.
Desde su apreciación y experiencia, el maestro traducía a colores toda esa impronta y sensibilidad.
“Eran traducidas a través de esos colores que eran los colores Antonio López Sáenz, no repetibles, no copiados; él hacía sus propios colores inspirado en lo que su vivencia le dejaba, para poder representar las emociones que le dejaba este terruño tan especial para los mazatlecos”, asegura.
El recuerdo más antiguo que tiene con él fue al coincidir como parte del Patronato del Museo Arqueológico de Mazatlán. Sabía que era un artista reconocido, pero fue un gran descubrimiento poder sentarse con él para discutir temas relevantes para ambos.
“Todo lo que tuviera que ver con el rescate de la cultura de Mazatlán, ahí estaba él, presente en las diferentes manifestaciones de la cultura. Eso me permitió apreciar esa sensibilidad del maestro Antonio López Sáenz en cuanto al universo que él tenía”, refiere.
Volvieron a coincidir en el Patronato del Parque Natural Faro Mazatlán, del cual el maestro de la pintura y la escultura fue patrono en sus últimos años de vida.
El objetivo de rescatar el Cerro del Crestón, darle su lugar e importancia junto con el Faro, que la gente identifique y aprecie la historia de cada uno, aunque parecieran ser un solo ente, fue una nueva coincidencia con López Sáenz.
Él fue el primer personaje seleccionado para socializar y dar fuerza a este proyecto.
“Fuimos a visitarlo, lo invitamos para que fuera nuestro patrono, él ya desafortunadamente por su salud no nos pudo acompañar, pero nos dijo: desde aquí donde estoy cuenten conmigo para el rescate de la cultura y de un patrimonio natural”, recuerda Raquel Briseño.
Producto de esta alianza fue la exposición de copias de obras que para él fueran las más representativas, en un material que sin perder calidad tuviera la resistencia y la calidad para estar en la galería al aire libre que es la terraza del farero. Todas las personas que visitaron esta área, propios y visitantes. pudieron ver con nuevos ojos la historia de vida de un Mazatlán inolvidable.
Aspectos de la exposición realizada en la terraza del Faro Mazatlán en la cima del cerro de El Crestón y del evento de nombramiento de Antonio López Sáez como patrono del Parque Natural Faro Mazatlán. Imagenes: cortesía del Patronato.
Artista y ser humano únicos
En pleno agosto, el mes más caluroso del año, cuando el mar y las playas de Mazatlán resplandecen, se despidió de la vida terrenal uno de sus admiradores más fieles, el maestro Antonio López Sáenz.
Raúl Rico Gonzáles, director del Instituto de Cultura de Mazatlán considera su partida como una pérdida dolorosa para todo mundo, pues Antonio López Sáenz no era solamente un artista que vivía en el Centro Histórico, sino que era realmente un mazatleco de cepa pura
“Todo su trabajo está relacionado con su ciudad, yo creo que de alguna manera rescató el Mazatlán más profundo, el de los abuelos, sus padres. Conoció el muelle cuando se iba con su padre a trabajar, las playas, ahí están. Tiene un valor artístico, pero también un valor histórico, sentimental”, asegura el entrevistado.
La manera de ser de López Sáenz, destaca, permitió que su arte fuera adoptado por todo mundo, todos los niveles, pues lo hizo digerible para poder entregarlo a la ciudad. Y sí, prueba de ello son también sus esculturas.
El funcionario y promotor artístico tiene muy presente un encargo especial que le hicieron al maestro cuando fue el cambio de milenio, en el año 2000. Le solicitaron una escultura que representara lo que venía por delante, la visión hacia el mañana.
“Lo que nos regaló fue un monumento a la familia con un sombrero sinaloense. Recuerdo muy bien que dije: ‘Toño, ¿es tu visión del mañana?’, ‘Sí, así nos agarró el milenio’”, recuerda Raúl Rico.
Y sí, en el punto de inicio del malecón de Mazatlán, el segundo más largo del mundo, se encuentra una escultura formada por tres de los personajes distintivos de López Sáenz: un hombre, una mujer y un niño, una familia que tiene como escenario las playas y el mar, como en sus pinturas.
Los paseantes pueden tocar esta escultura, tomarse fotos con ella, sentarse a su alrededor a disfrutar del momento. Todo esto, porque así lo quiso el maestro.
“Él lo que quería era que no se hiciera un monumento inalcanzable, sino que estuviera al ras de la tierra, que pudiera interactuar la gente con ella”, refiere.
Lo mismo sucedió con la escultura que da cuenta del gusto que el artista plástico tenía por el deporte insignia de Mazatlán, el béisbol.
“Cuando fue la Serie del Caribe, el símbolo eran sus figuras de cabeza chica y cuerpo grande, (para dar cabida a) un corazonsote. Él era un aficionado al béisbol y a Los Venados los inmortalizó también en escultura, que ahora ahí están permanentemente (al frente del Estadio Teodoro Mariscal)”, destaca.
– ¿Cuándo descubre Raúl Rico a López Sáenz?
“Yo creo que siempre estuvo presente en mi vida. Lo que pasa es que López Sáenz estuvo en Mazatlán mucho tiempo, después se fue a la Academia de San Carlos, vivió 7 años como monje en Cuernavaca y en ese momento lo perdimos un poco, pero él no dejó el arte a un lado, sino que lo continuó en otro sentido”, refiere.
Es al regresar a Mazatlán cuando “regala de golpe” todo su arte. Y Mazatlán lo aceptó igual de rápido.
“Nosotros vemos en sus figuras, en su vestuario, en el entorno, alguien que cualquier mazatleco puede ser. Hay una identificación que se da muy fácil”, revalora Rico González.
De izquierda a derecha: Fragmento de la obra titulada «El sombrero olvidado» (1994); «Elisa niña en la playa», (2006); «Glorieta Germania», (1992). Imágenes tomadas del libro Realidades reconstruidas del Colegio de Sinaloa que se hizo en 2011 con motivo de la exposición del mismo nombre en el Museo de Arte de Sinaloa.
Un homenaje especial al maestro López Sáenz es algo que quisieron hacerle en vida, en el Teatro Ángela Peralta, insignia cultural del puerto y además “vecino” de mismo barrio del artista. Sin embargo, el maestro pidió que no se realizara en ese momento ni después de su muerte.
“Siempre fue un hombre muy modesto, de bajo perfil, quiso seguir siendo igual después de su vida. Vamos a respetarlo, ya nos pusimos de acuerdo para más adelante, cuando haya pasado tiempo, hacer una serie de actividades que nos recuerden la dimensión de Antonio López Sáenz”, confirmó el director del Instituto de Cultura de Mazatlán.
Obviamente, adelantó, en el Festival Cultural de Mazatlán sí habrá diferentes maneras de recordarlo. Igualmente, la celebración del Día de Muertos tendrá como tema principal a Antonio López Sáenz.
“Perdimos a un amigo, pero dejamos su obra ya inmortalizada, como un espejo para todos”, finalizó Raúl Rico González.
“Yo soy un niño del trópico, ¿sí? Un niño de la tercera edad, pero del trópico… Un niño del trópico, y te marca en tu trabajo: aunque no sea un paisaje, aunque no sea un cuadro de clima, te marca la temperatura, te marca el clima. Si yo fuera un artista nórdico, aparecería en mi trabajo… Vengo del trópico de la costa del Pacífico, del trópico mexicano, y se nota en mi trabajo porque son mis raíces de nacimiento y vienen conmigo”.
Cita de Antonio López Sáez, en entrevista realizada por José Ángel Pescador Osuna y publicada en en el libro de Realidades reconstruidas, por el Colegio de Sinaloa.
BIOGRAFÍA
El pintor y escultor Antonio López Sáenz nació en 1936 en Mazatlán, Sinaloa. En 1960 realizó su primera exposición en la galería de la Escuela Nacional de Artes Plásticas; de ahí en adelante su obra se exhibió en las salas y galerías más importantes de México y el extranjero. En 1995 se convirtió en el primer sinaloense en exponer su obra en el Museo del Palacio de Bellas Artes. López Sáenz se dedicó a retratar el tránsito de la vida cotidiana del Puerto de Mazatlán. Falleció el 15 de agosto de 2023 a la edad de 87 años. Puedes encontrar más información de su trayectoria en el portal del Colegio de Sinaloa, del cual formó parte como miembro emérito.
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