Teto: Luis Alfonso Grave Tirado Jorge e Iván Hernández Ruiz*
Reiteremos: la arqueología es la disciplina científica que estudia las sociedades humanas del pasado a través de sus restos materiales; pero este pasado no tiene que ser remoto, y de él puede haber constancia en documentos. La confrontación entre los datos arqueológicos e históricos con el fin de clarificar mejor los hechos es el ámbito de la llamada arqueología histórica, que en México abarcaría desde la llegada de los españoles hasta ayer; mientras que el pasado prehispánico lo analiza la arqueología a secas.
Escuinapa… un pueblo que sabe defenderse
En el periódico mazatleco El Correo de la Tarde, del 7 y 8 de mayo de 1912, se publicaron dos notas, de autor anónimo: “Como rayo caían sobre los zapatistas… un pueblo que sabe defenderse” y “Los sucesos de Escuinapa”. Los eventos narrados ocurrieron el 3 de mayo de 1912 [hace 111 años] cuando la población de Escuinapa se vio amenazada por tropas zapatistas que venían por el camino real desde Acaponeta.
En un primer momento el ataque fue repelido por la guardia de Escuinapa al mando de Jesús Cisneros,
quien lo reporta en un mensaje dirigido a Mariano Rivas, a cargo de la Prefectura de El Rosario: “Hace unos cuantos minutos derroté a una avanzada de 40 revolucionarios de la Columna Guerrero, a la que le hice tres prisioneros; avancé cuatro caballos, recogí rifles, machetes y pistolas. Urgentemente remítame parque y refuerzo, pues las fuerzas de Guerrero encuéntranse en Guatamote (4 leguas de esta villa), y siendo el número abrumador [trescientos se precisa más adelante], será imposible resistirlos, evacuando plaza caso de no recibir refuerzos. Firma: Jesús Cisneros”. Apenas le dio tiempo a Cisneros de preparar la defensa de la población. A la guardia de Escuinapa se sumaron algunos civiles. En total eran 28, 10 que contaban con caballos, los restantes 18 iban a pie. ¿Qué podían hacer contra trescientos?
Los de a pie tomaron de inmediato el camino a Acaponeta. El mando se le asignó a un vendedor de aguas frescas apodado “El Gacho”, a quien además acompañaban dos de sus hijos, de apenas 13 y 12 años de edad. El redactor de las notas periodísticas se explaya al describir la participación de “El Gacho” y sus hijos: “`El Gacho’ tuvo que matar a puñaladas a un rebelde que le disparó un tiro a quemarropa sin herirlo, y le quitó la carabina que portaba, con la que se siguió batiendo”. Luego agrega: “En lo más duro de la refriega, los hijos de “El Gacho” no lo abandonaron, siendo su única misión arrojar bombas sobre el enemigo. Habiéndose ocultado unos rebeldes en unos matorrales, para no ser vistos por “El Gacho”, uno de los hijos de este le gritó: -Les voy a echar una bomba a los matorros, padre, para que salgan-, y diciéndolo y ejecutándolo. Antes de que la bomba estallara, los que se ocultaban salieron en fuga precipitada, logrando “El Gacho” cazar a uno con un tiro de su carabina”. Finaliza la descripción señalando: “Acciones como esta se repitieron por aquellos chicuelos que salieron ilesos”.
Fueron 22 los muertos entre los zapatistas, mientras que entre la gente de “El Gacho” sólo hubo dos heridos: un rozón en la tetilla izquierda de uno y apenas un arañazo en el talón de otro. Pero las municiones se agotaron, por lo que emprendieron la retirada hacia Escuinapa. Ahí Cisneros ordenó que se replegaran aún más, hacia el rancho La Jarretadera, donde esperarían la llegada de los refuerzos pedidos al Prefecto de El Rosario.
Escuinapa quedó pues sin defensores. En cuestión de minutos los zapatistas tomaron población y se dedicaron a pedir “prestamos” a los vecinos más ricos y a saquear las casas de los demás; lo que provocó una inmediata reacción por parte de los escuinapenses: “Los hijos de Escuinapa, viendo las depredaciones que habían comenzado, se pusieron todos de acuerdo y armados de filosos machetes y coahuayanas, uniéronse a varios pescadores armados de arpones y comenzaron la lucha contra enemigos del orden a pura arma blanca (para no hacer mucho ruido) y dividiéndose en patrullas sorprendían a los grupos zapatistas, acribillándolos a machetazos, puñaladas y fisgazos, hasta exterminarlos completamente, y así lo fueron haciendo con todos los que se iban encontrando: se embozaban en sus cobertores y sorprendían grupos y grupos de revoltosos, cayendo sobre ellos y aniquilándolos .
Por fin a la medianoche llegaron los refuerzos de El Rosario con lo que se agudizó la matanza. “No son para describirse las escenas que se desarrollaron en la obscuridad de la noche”, escribió, pudoroso, el redactor, pero en lo poco que dice se pueden vislumbrar con claridad los hechos, quizá más que si los hubiera descrito con detalle: “Algunos soldados refieren que los escuinapenses son tan listos para pelear con arma blanca, que como rayo caían sobre los grupos zapatistas, dejándolos tendidos en tierra en menos de tres minutos. También dicen que varios de los vecinos defensores portaban fisgas de pescar y que desde larga distancia las arrojaban sobre los revolucionarios, que caían heridos mortalmente” [no puede uno dejar de pensar que el cronista de estos hechos era de Escuinapa].
Como sea, fueron más de 60 los muertos zapatistas, en cuanto a los defensores si acaso tuvieron un herido. Los cuerpos de los caídos fueron apilados y rociados con petróleo. La tarde del 4 de mayo les prendieron fuego para evitar la pestilencia. Así concluyó uno de los episodios más sonados de los acontecidos en Escuinapa durante la Revolución y en el que, al menos en un primer momento, tuvieron un papel protagónico “El Gacho” y sus hijos.
La Loma del Gacho
Poco menos de 10 kilómetros al sur de Escuinapa, la serranía parece despeñarse directamente sobre la marisma, de tal modo que sus salobres aguas lamen las estribaciones de las lomas y cerros, por lo que, entre el terreno pedregoso y el cubierto por el lodo, apenas queda espacio transitable y es precisamente por donde, desde la época prehispánica hasta la actualidad se han construido las diversas vías de comunicación, entre ellas por supuesto el camino real. Una de las lomas destaca del resto, porque desde ella se dominaba claramente el camino. Es conocida por dos nombres: La loma de los Fortines o La loma del Gacho.

En parte más alta de la loma, casi alineados en dirección norte-sur, aunque cargados ligeramente hacia el noreste; es decir, “viendo” hacia Escuinapa; encontramos tres pequeños parapetos, los cuales fueron elaborados apresuradamente con unas cuantas piedras apenas superpuestas una sobre otra; muchas de las cuales yacen desparramadas a los lados, pero que en su origen debieron tener la altura y dimensiones suficientes para proteger al menos a dos hombres puestos de rodillas, tal y cómo se pone de manifiesto en el mejor conservado.

El parapeto del lado norte está medio conservado, pues tiene todavía tres hiladas superpuestas, pero el resto de las piedras están diseminadas en los alrededores, particularmente hacia el este, presumiblemente la parte “exterior” del parapeto. Aunque su altura actual es de sólo 45 centímetros debió alcanzar por lo menos el metro, dada la cantidad de piedras acumuladas a su lado.

El parapeto del medio es el más destruido, de hecho, pareciera que fue tirado a propósito y las piedras se encuentran diseminadas por doquier; no obstante, es fácil averiguar, por el número de piedras asociadas que también alcanzó cerca del metro de altura.

Por último, el parapeto del lado sur, está frente a un afloramiento rocoso, por lo que, entre este y la barda, apenas hay el espacio suficiente para dos hombres, pero de esa forma quedaban protegidos tanto al frente como por detrás.

Se practicaron excavaciones al pie de los tres parapetos; pero sólo en el del lado norte se recuperó un cartucho de bala percutido de un rifle, probablemente un Máuser, el cual tiene inscritas las letras FN y tres estrellas de cinco puntas o asteriscos: ***, lo que nos indica que probablemente fue fabricado en la Fabrique Nationale de Herstal, en Bélgica, la cual, era y es conocida como FN y así marcan sus productos (fnehesrstal.com). Las estrellas señalan cuando había un cambio en los materiales empleados en su fabricación.

Además de la propia loma, un arroyo, un pequeño rancho y la antigua estación del tren tienen como epíteto “gacho”; y si bien es cierto, no podemos negar lo evidente, tanto el arroyo como el propio rancho son feos y sin chiste, no lo son más que los de la mayor parte de la región, por lo que el apelativo debido a sus características intrínsecas tendría que compartirlo con muchos otros. Sin embargo, la existencia de un jefe revolucionario originario de Escuinapa, quien fue el artífice, junto con sus hijos, de uno de los hechos de armas más notables ocurridos en la zona durante la Revolución Mexicana, nos inclina a que el nombre fue perpetuado en la memoria popular, justa a la hora de dispendiar honores.
Así pues, podemos considerar a los tres parapetos como la evidencia arqueológica de ese hecho digno de conferirle el topónimo a varios puntos. Es posible, incluso, que el casquillo de máuser recuperado durante la exploración arqueológica proviniera de aquella carabina que “El Gacho” arrebató a un zapatista. Aunque, dado que se encontró en la parte interior del parapeto y que éste haya estado defendiendo la loma de los que venían de Escuinapa, debió ser disparado por algún integrante de la tropa zapatista sobre “El Gacho” y sus hijos, pero como ya vimos, éstos salieron ilesos del ataque. De cualquier modo, todo esto, haya sido como haya sido, véase como se vea, gacho no es.
Para leer más:
Jorge Iván Hernández Ruiz 2003 “Vueltas y Revueltas. Un episodio de la Revolución en Escuinapa”, en Escuinapa I, Encuentros con la Historia 18, Culiacán: Editorial Presagio, pp. 65-70.
Luis Alfonso Grave Tirado y Jorge Iván Hernández, 2022. «Evidencias arqueológicas de un episodio de la Revolución en Escuinapa, Sinaloa», en Antilha. Revista Latinoamericana de Historia, Arte y Literatura 32, pp. 9-25. Disponible en https://www.academia.edu/86195149/ANTILHA_N_32
Notas relacionadas;
División político-territorial del sur de Sinaloa a la llegada de los españoles
La pesca en el sur de Sinaloa, una historia de larga duración