Más
    InicioOpinión¿Una deidad de la muerte en el Sinaloa prehispánico?

    ¿Una deidad de la muerte en el Sinaloa prehispánico?

    -

    Las marismas del Sur de Sinaloa llegaron a ser consideradas por diferentes culturas como el lugar de los muertos, según explica el arqueólogo sinaloense Alfonso Grave en este texto.

    Las menciones acerca de la religión y en particular sobre los dioses en los documentos históricos de lo que ahora son el sur de Sinaloa y norte de Nayarit son escasas y por lo general bastante vagas. Una excepción es el informe de 1673 “acerca del estado de la sierra del Nayar y sobre culto idolátrico, gobierno y costumbres primitivas de los coras” del fraile franciscano Antonio Arias y Saavedra, donde están las más amplias referencias hacia la religión de los coras y en general de los grupos que habitaban en el norte de Nayarit y sur de Sinaloa. Arias y Saavedra fue administrador en el convento de Nuestra Señora de la Asunción de Acaponeta al menos entre 1656 y 1659 (Calvo 1990). Al igual que autores anteriores como Tello, señala que el dios principal de estas tierras era Piltzintli, por otro nombre Nayaryt y su santuario estaba en Tzacaymuta, en el interior de la sierra nayarita.

    Pero Arias nos refiere el nombre de otras tres deidades: “a la una llaman Uxuu que quiere decir `mujer criatura´, a la otra llaman Narama que quiere decir `salitroso´, las cuales fingen en las aguas del mar hacia el poniente, a otra llaman Nycanori o Nenauxi…” (Arias 1990, 299).

    Sinaloa

    Nenauxi era el dios de las aves y los peces; Uxxu tenía el patrocinio de todas las semillas y frutos de verano y Narama era la deidad de la sal, el mezcal y el chile. Cada uno regía una de las estaciones a Narama le correspondía la parte más seca del año, entre el equinoccio de primavera y el solsticio de verano y su morada estaba en “un cerro que llaman ‘cabeza de caballo’ y por otro nombre Ychamet que quiere decir ‘la casa del Maguey y el Mezcal’” (Arias 1990, 300); si bien más adelante, señala que a este último también le llamaban “Ichamictla que quiere decir ‘casa del infierno’ y en su idioma natural Cauylan que entienden ‘fuego o purgatorio’” (Arias 1990, 303). Esto es, su casa era la tierra de los muertos; pero ¿no era el dios de la sal, el mezcal y el chile?

    En un documento posterior la “Maravillosa reducción, y conquista de la provincia de San Joseph del Gran Nayar, nuevo Reino de Toledo”, que fue escrito por el padre José de Ortega en 1754; se cuenta lo acontecido a cierto individuo, quien en uno de sus viajes a la costa en busca de sal se encontró allí a su esposa entrando a Mucchita. Viendo su tristeza, los Señores de la Muerte le explicaron cómo podría rescatarla, pero le advirtieron que cualquier ruido fuerte podría volver a matarla, ya que el alma estaba todavía débil. Por la alegría de la resurrección montó una fiesta con sus parientes donde corrió el vino [de mezcal]. Ya ebrios rompieron en gritos provocando que su mujer muriera por segunda vez y regresara a Mucchita, esta vez para siempre (Ortega 1996, 23-24). De acuerdo con el propio Ortega: “A la región destinada a los que acaban con muerte natural llamavan Mucchita, que quiere decir lugar de muertos: que es lo mismo, que los Mexicanos nombravan Mictlan […]. Está Mucchita, como ellos se figuravan cerca del Real del Rosario en un cerro lleno de cuevas, rodeado todo de moradores respetables con cerquillo, que cuidan de aquellas almas, que de dia se dexan ver en figuras de moscas, buscando, que comer; y de noche, bailando en su propia figura” (Ortega 1996, 23). La relación con el mezcal, o al menos con la borrachera es pues evidente, y al estar en la costa, también con la sal.

    Sinaloa
    El Chamet. Las marismas de Escuinapa. Foto: cortesía.

    En la actualidad, para los grupos indígenas del Gran Nayar, además del lugar de donde proviene la sal y una zona de fertilidad desenfrenada, el mar y en particular la zona de marismas del sur de Sinaloa y norte de Nayarit es también el lugar de los muertos. Para los huicholes, por ejemplo, la marisma “es la parte del universo que conservó su aspecto original” (Neurath 2016: 49). Y es ahí: “…donde habitan los muertos o, al menos, una gran parte de ellos. Los mosquitos…, son las personas fallecidas. En especial se afirma que los muertos que viven en la costa del Pacífico son aquellos que cometieron muchas transgresiones sexuales durante su vida. La existencia de estos “pecadores” no necesariamente es triste, ya que pasan el tiempo bailando la danza circular mitote y emborrachándose” (Neurath 2016, 50). Así, para los huicholes el lugar de los muertos es también el del mezcal.

    La representación de las marismas de Escuinapa por un artista huichol. Cuadro de estambre.

    Para los coras actuales “el inframundo es de agua” (Guzmán 2002, 85) y se encuentra en la costa, donde se encuentra la morada de la diosa de la tierra y de la luna, por ello el poniente es “el lugar de la fertilidad […], la diosa tierra es la heredera de la diosa del inframundo […]. De hecho, el oeste es considerado como la puerta de entrada al inframundo.

    Entre los tepehuanes del sur, por su parte, “Se tiene la creencia de que las personas tienen dos almas, una que está en el interior y otra en el exterior del cuerpo. Al morir, una de ellas va al poniente a un lugar llamado Itchamet” (Reyes 2006, 33). Itchamet, también llamado, Chamet, Chameck o Chameta (Reyes y Zavala 2019; Rangel 2008), se identifica con el oeste y en particular con el sur de Sinaloa. En la versión del mito la ruta de los muertos recopilado por Rangel (2008, 54) se dice: “De ahí [la cima conocida como “campanas de los muertos] se ve bien la “laguna” pues, el mar pues allá abajo. Entonces cuando uno se muere aquí, allá suena nomás allá llegando suena […]. Pos ya de ahí sonando y ya llega pronto, que ya llego a “Chameta”, es donde llegan los dijuntos, todos los que se van de aquí… Ahí está un cerro, en donde está la carretera de Mazatlán, […] un cerro que hay llega. Pero bueno, que será bueno, esa historia antes que iban de aquí a vender vino (mezcal) allá a esa Chameta… Dicen que antes de allí de Acaponeta en las noches se oía que había fiesta, baile, que borrachos se oía de ahí y toda la cosa, músicos se oía”. La relación entre el mundo de los muertos y el vino de maguey…

    Para los mexicaneros, el lugar de los muertos, llamado Chámet, está también al oeste y es asimismo un lugar de borrachera y fiesta permanente: “Los mexicaneros dicen que los difuntos se van al mundo de los muertos, la chámet, y allí se encuentran bailando, tomando cerveza o mezcal, como en las fiestas…” (Alvarado 2017, 122).

    Vaso policromo con la representación de un personaje sosteniendo una vasija con pulque. Posible representación de Narama (Museo Regional de Escuinapa).

    Es evidente en la actualidad la importancia simbólica y ritual de la zona de marismas del sur de Sinaloa y su identificación no solo como el lugar de la sal, sino también de los muertos. Asimismo, dentro del universo mítico de los indígenas serranos, parece clara la relación del mundo de los muertos con el maguey como la fuente de la bebida “divina”.

    La sal, el chile, el mezcal y los muertos estaban imbricados. La sal y el chile, además de dar sustento, permiten gozar de la comida; y el maguey es una de esas plantas que, a lo largo de la historia han dispensado algo más que alimento, y también algo más que goce, por lo que ha sido objeto especial de veneración, más anónima que la de los animales. Los tres se pueden considerar trasgresores; en especial las bebidas elaboradas con el maguey. La embriaguez y la trasgresión sexual pueden llegar a equipararse y ambas eran castigadas en la misma morada.

    Ychamet no es el Mictlan, ni Narama es Mictlantecuhtli, pero mucho se le parecen.


    Notas relacionadas:

    La fiesta de los muertos

    Espacios rituales prehispánicos en el cerro del Muerto

    El Calón y otros espacios rituales en las marismas de Escuinapa

    La pesca en el sur de Sinaloa, una historia de larga duración

    Alfonso Grave Tirado
    Alfonso Grave Tirado
    Luis Alfonso Grave Tirado es arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), maestro y doctor en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Investigador del INAH Sinaloa en el Museo Arqueológico de Mazatlán. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Desde 1998 realiza trabajos de investigación arqueológica en el sur de Sinaloa donde ha dirigido más de 15 proyectos de investigación. En la actualidad coordina el Proyecto Arqueológico Sur de Sinaloa.