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    Los petrograbados del Tecomate. Si algo nace, no es Huitzilopochtli

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    En este texto, el autor argumenta el por qué los petrograbados del Tecomate, sitio ubicado entre Guamúchil y Culiacán, no deben considerarse como prueba del paso de los aztecas e incluso del nacimiento de Huitzilopochtli, el dios del sol y de la guerra.

    “Cuando no hay ciencia, la imaginación tiene menos esquinas que sortear y estira a placer sus piernas de ficción y fábula”, dice la filóloga española Lola Pons. Como señalamos en una colaboración anterior (Sinaloa y la peregrinación azteca), la gráfica rupestre y en particular el sitio de El Tecomate se ha tomado como prueba del paso de los aztecas e incluso del nacimiento ahí de Huitzilopochtli. Esta interpretación es obra principalmente de dos aficionados: Manuel Bonilla y Pablo Lizárraga. Baste una pequeña muestra. Dice el Ing. Manuel Bonilla:

    “[Uno] es el muy conocido jeroglífico de Huitzilopochtli, colibrí siniestro, o en nuestro idioma vulgar, chuparrosa zurda; dios de la guerra, numen de los mexicanos; un rostro de perfil entre las mandíbulas del ave, mirando a la izquierda y coronado por un penacho de plumas, todo está bien patente […]. La figura 43, arriba de lo anterior, claramente denota el acto de dar a luz, y las curvas que cubren el tronco del cuerpo, signos de plumas o de culebras, nos darán el nombre de chimalma o más bien el de Coatlicue, los dos que se atribuyen a la madre de Huitzilopochtli. ¿Cabe dudar de que se representa aquí el nacimiento del dios conductor de los mexicanos?” (Bonilla, 2009, p. 57).

    Petrograbados
    Dibujo de los petrograbados del Tecomate según M. Bonilla.

    Por su parte, para P. Lizárraga todos los petrograbados y pinturas, no solo los del Tecomate: “Fueron hechos por los nahoas, un pueblo con cultura, no muy avanzada entonces pero sí muy superior a la de los naturales que encontraban en su camino” (Lizárraga, 1980, p. 16). Para entender esto solo hizo uso de su imaginación, pues, como el mismo dejó escrito en el epígrafe a su obra. “No necesité bibliografía, consultar archivos, bibliotecas ni documentos. La única fuente utilizada es la original, la que está escrita en las piedras (sic)”.

    Una de las críticas que se nos hace la gente a los arqueólogos es que no somos atrevidos en nuestras interpretaciones y solo nos quedamos en los “quizás” y los “probablemente”; por lo que no me extraña que la “lectura” de Bonilla y Lizárraga ha tenido una aceptación prácticamente generalizada, a tal grado que cuentan con espaldarazo oficial, pues el primero fue reeditado en la Colección Rescate de la Facultad de Historia de la UAS y el segundo fue publicado por el Gobierno del Estado e incluso se refleja en los libros de texto de la educación básica; sin embargo, no hay nada que sustente tal ejercicio de imaginación.

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    Petrograbados
    Ubicación de El Tecomate

    En fin, en febrero de 2015 pudimos visitar los petrograbados de El Tecomate. El sitio se encuentra a medio camino entre Guamúchil y Culiacán, al oeste del cerro El Tecomate, el cual forma parte de un pequeño conjunto de elevaciones aisladas de la Sierra Madre, por lo que destaca en medio de la planicie costera.

    El sitio se compone de dos piedras con grabados y dos elementos arquitectónicos de singular importancia. La mayor parte de las manifestaciones gráfico rupestres se localizan sobre una piedra de más de 20 metros de largo y casi 10 metros de ancho, que está justo en la confluencia de dos pequeños arroyos, lo que ha contribuido a su erosión; aunque han sido más afectados por factores antrópicos.

    La piedra principal de El Tecomate (imagen editada para resaltar las figuras).

    Como sea, su ubicación está indicando la importancia del agua para quienes los hicieron. Lo cual se manifiesta de hecho en algunos de los diseños grabados; pero hay también algunas otras connotaciones importantes, tanto en los motivos en sí, como, sobre todo en el conjunto de ellos. Los grabados se distribuyen sobre un área de 9.80 metros de norte a sur por 3.20 metros de este a oeste. Todos los grabados están sobre la cara este de la piedra, la que da precisamente hacia los arroyos. En ella se encuentran poco más de 90 motivos.

    Antes que la figura antropomorfa en posición aparente de parto, en realidad los petrograbados se distribuyen en relación a dos soles: uno en cada uno de los extremos este y oeste del panel. Al norte de la línea imaginaria que marcan los soles hay dos aspas o Cruces de san Andrés, dos figuras antropomorfas, una de las cuales está también en la posición de sapo, dos espirales dobles y un excéntrico. La parte sur es la más compleja del panel. Se compone por más de 20 diseños: Además de la figura antropomorfa que supuestamente está pariendo ya mencionada; hay 11 huellas de pies humanos, 8 conjuntos de pozuelos que quizá representen huellas de animal (al parecer cánidos o felinos), 3 espirales (dos en dextrógiro, una en levógiro) y una figura zoomorfa (un perico o guacamaya). La segunda piedra está sólo 30 metros al suroeste de la primera. Se encuentra a un lado de una poza del arroyo y sólo presenta tres grabados: dos espirales y un sol y una escalera formando un conjunto.

    La piedra.

    Además, al noreste de la piedra principal, en el espacio entre los dos arroyos, hay un recinto de piedra de forma cuadrangular de aproximadamente 25 metros por lado. Los muros fueron formados por la piedra que se quitó para dejar el espacio libre de piedras. Los muros no están del todo claros, pues lo que importaba era el espacio resultante más que los límites del mismo. Presenta varios pozos de saqueo, los dos más grandes en la parte de afuera, cercanos al muro, uno en la esquina noreste, el otro en el extremo oeste.

    Petrograbados
    Recinto cuadrangular.

    Un espacio similar se encuentra hacia el suroeste. Primero lo confundimos como una especie de calzada para procesiones, ya que es de forma rectangular, sin embargo, pareciera también un espacio ceremonial, en este caso construido aprovechando como muro la ladera de una loma. Incluso fantaseé con la posibilidad de una cancha para el juego de pelota, pero, aunque no la he desechado del todo, no me parece del todo probable.

    Petrograbados
    Recinto rectangular.

    Así pues, además de los petrograbados, en el sitio de El Tecomate hay espacios para la celebración de ceremonias colectivas. ¿Cuál podría ser la intencionalidad de éstas? Para proponer una respuesta, tomaré como referencia los datos etnohistóricos y etnográficos de los grupos indígenas que habitaban y habitan el centro-norte de Sinaloa.

    Referencias

    Ya desde la obra de Baltasar de Obregón Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nueva España, publicada en 1584, hay apuntes sobre la religión de los indígenas de la provincia de Cinaro o Cinaloa, donde se destaca el culto al sol. Dice Obregón: «…siempre habían tenido por su Dios al sol que les da luz”. Asimismo, al hablar de la provincia de Oera, al este del río Yaqui, menciona que: “Dijeron que los de su pueblo y los demás de trescientas leguas de aquellas provincias de diversas gentes, lenguajes y modos de vivir tenían, servían, respetaban, adoraban por su verdadero dios al sol a quien pedían que les socorriese con salud, vida y lo necesario para las cosas de esta vida”.

    Por su parte el misionero jesuita Martín Pérez, en su Relación de la Provincia de Nuestra Señora de Sinaloa, de 1601, dejó escrito: “No tienen culto ni adoración, ídolos ni oraciones, ni vocablos para ellos; que no nos hace a ratos poca falta para las lenguas. Solamente nombran un Hirisihua a quien llaman ‘el creador y señor de todo’, y dicen que fue hijo de una virgen llamada Huaqueruhi, aunque no la hacen siempre virgen. Dicen que este Hirisihua está allá en la tierra adentro [esto es, en el Este]; sospéchase que deben de tener por allá algún templo y adoración, donde está golpe de gente, de donde han ido saliendo los de esta provincia…”.

    Martín Pérez aporta también noticias acerca del destino de las almas de los muertos: “…tienen noticia de la inmortalidad del alma, aunque no se sabe que hay pena ni gloria; solamente dicen que van al lugar que llaman Oyspan, receptáculo de ánimas.”. Esto es confirmado en otro documento, la Carta Annua de 1592: «…pensaban que todos los muertos iban debajo de la tierra a una región de tinieblas cuyo príncipe llaman ellos Hoysi”.

    Por su parte, fray Andrés Pérez de Ribas, en su Historia de los Triunfos de nuestra Santa Fé, publicada en 1645, habla de un personaje al que: “Honrábanle mucho, o temíanlo cuando se les aparecía; y por título de honra le llamaban Abuelo, sin hacer discursos si era creatura o creador, y aunque la figura de animal o serpiente, en que se les aparecía el demonio, la observaban y pintaban a su modo, y tal vez levantaban alguna piedra, o palo a manera de Ídolo;”. El título de “Abuelo” sugiere que podría tratarse de Hirisihua, el creador del mundo. Todavía entre los mayos yoreme uno de los personajes principales en las danzas de Semana Santa es llamado Itom Atchay O’ola, “Nuestro Padre Viejito”.

    Llama la atención el que se le representara pictóricamente con formas de animales, aunque falta información acerca de los lugares en donde se realizaban esas pinturas. Pero cabe considerar la posibilidad de que la imaginería rupestre esté relacionada en parte con dicha práctica. Como sea, lo que sí queda claro es que en el centro-norte de Sinaloa, durante la época prehispánica, la religión era compleja. Por un lado, Hirisihua, hijo de Huaqueruhi, creador del mundo, habita en el oriente; por otro, Hoysi gobierna en Oyspan, “receptáculo de almas”, lugar ubicado debajo de la tierra. En la actualidad, entre yaquis y mayos, de acuerdo con J. L. Moctezuma: “el este es “de donde todo viene” […]. Y el oeste…, se asocia con la muerte. Por ello, entre el este y el oeste, entre la salida y la puesta del sol, tiene lugar la vida en los pueblos”.

    Por otro lado, el principal espacio ceremonial mayo es el llamado ramadón o enramada. Son de forma cuadrangular y la techumbre está sostenida con horcones de álamo o cemento y mientras la enramada se localiza el este, la iglesia está al oeste, y entre ambos la cruz en medio de una enorme plaza, pues lo que se busca que en las fiestas se involucre toda la sociedad. Quien participa en los rituales celebrados en los ramadones es yoreme mayo.

    Tecomate
    El ramadón de Sibirijoa.

    Aunque las fiestas principales se desarrollan con base en el calendario católico, no deja de llamar la atención que éstas coincidan o estén cercanas con los equinoccios y solsticios (Semana Santa, San Juan, San Miguel y Virgen de Guadalupe); pues, precisamente los ramadones se construyen tomando como referencia el oriente o el movimiento del sol. “Una enramada es básicamente un marcador solar”; nos señala Patricia Medina y los fenómenos más importantes para los mayos son los solsticios de verano e invierno.

    Los rituales principales se desarrollan dentro del ramadón, pero a ella sólo pueden entrar algunos elegidos: las autoridades, los músicos y danzantes, pues adentro es un lugar “peligroso” y “el diablo” anda suelto y dedicado al juego y a las bromas de carácter sexual. No obstante, la fiesta se traslada después a la plaza frente al ramadón. Las danzas principales son, claro, la del pajcola y el venado. De acuerdo con Miguel Olmos y Pablo César Sánchez Pichardo, es probable que el origen de estas danzas se remonte a la época prehispánica, y para el primero “la danza del venado tiene como base fundamental el movimiento de la tierra con relación al sol”.

    Los espacios rituales de El Tecomate ¿son una manifestación prehispánica del ramadón mayo? ¿Y los grabados en las piedras? La combinación de figuras humanas y de animal, tanto en figura completa como solo sus huellas entre los dos soles parecen representar el mundo entre la puesta y la salida del sol, o el mundo entre los solsticios y equinoccios. Así, en El Tecomate, si queremos hablar de una teogonía, sería quizá la del sol y su recorrido diario o estacional, o, si le queremos poner nombre, el de Hirisihua.

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    Alfonso Grave Tirado
    Alfonso Grave Tirado
    Luis Alfonso Grave Tirado es arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), maestro y doctor en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Investigador del INAH Sinaloa en el Museo Arqueológico de Mazatlán. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Desde 1998 realiza trabajos de investigación arqueológica en el sur de Sinaloa donde ha dirigido más de 15 proyectos de investigación. En la actualidad coordina el Proyecto Arqueológico Sur de Sinaloa.