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    Las Californias, una casa en acantilado en Sinaloa

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    Cerca de la comunidad de Las Californias, en el municipio de San Ignacio, existen varias cuevas en los acantilados que ha formado a su paso el río Verde o Ajoya ¿Por qué habitar en zonas tan escabrosas, de difícil acceso y lejos del agua? El autor de este texto nos explica.

    Las casas en acantilado o “Cliff dwellings”, son aquellas viviendas construidas al interior de cuevas situadas en altos acantilados de difícil acceso y aunque generalmente están sobre barrancas en que corren ríos o arroyos, por lo general están relativamente lejos del agua. En su mayor parte estas estructuras eran residenciales, pero algunas se usaban para almacenamiento e incluso para rituales.

    Si bien se encuentran en varias partes del mundo como Turquía, La India y China; las más famosas, tanto por su número y espectacularidad son las del Suroeste de los Estados Unidos y el Noroeste de México. Estas se localizan en muchos de los numerosos acantilados de las Montañas Rocallosas y la Sierra Madre Occidental. En Estados Unidos se ubican en la zona conocida como las cuatro esquinas; es decir, donde confluyen los estados de Utah, Colorado, Nuevo México y Arizona; mientras que en México las más conocidas están en la esquina noroeste de Chihuahua y Sureste de Sonora donde se han encontrado más de 700 de estas estructuras todas construidas a partir del año 1000 d.C.

    Sin embargo, en realidad estas se extienden a lo largo de la Sierra Madre Occidental hasta el sur de Durango y muchas de ellas en la zona limítrofe con el estado de Sinaloa. De hecho, la primera vez que se reportan este tipo de elementos en las cercanías de Sinaloa fue hace ya 130 años, cuando el explorador noruego Carl Lumholtz (de quien el pasado 5 de mayo se cumplieron los cien años de su muerte) pasó por el Suroeste de Chihuahua en su largo viaje de más de cinco años por la sierra desde Arizona hasta Michoacán y el cual reseña en su libro “El México desconocido”, una de las obras seminales de la antropología en México.

    En octubre de 1892, siguiendo el curso del río Fuerte, Lumholtz se acercó a los límites entre Chihuahua y Sinaloa sorteando las numerosas barrancas y atravesando las gélidas aguas del río y sus numerosos afluentes. En una de estas barrancas dice Lumholtz: “Encontramos varias cuevas habitaciones antiguas, todas más bien pequeñas…. Una de ellas estaba situada como á 250 pies [más de 75 metros] arriba del fondo de la barranca. Ocupaba casi todo el ancho de la cueva una construcción de dos pisos irregularmente formada que no llegaba al techo. El piso de la casa tenía escasamente dos yardas de ancho [1.8 metros], pero la construcción se ampliaba mucho, siguiendo la forma de la cueva. Los materiales usados en la construcción eran piedras y lodo ó, más bien, asperón rojizo; y había pequeñas piedras colocadas con irregularidad entre las grandes. Las paredes eran solo de cinco o seis pulgadas de espesor (12.7 a 15.24 centímetros] y estaban cubiertas con lodo”.

    En la misma barranca, no muy lejos de la primera, “y situada en parte muy escabrosa, había otra cueva que contenía diez habitaciones de un piso, del mismo material y construcción. Una puerta tenía pie y medio de ancha [menos de medio metro], y dos y medio de alta [0.76 metros]… en algunos cuartos advertí agujeros circulares abiertos en el suelo… Había también pequeñas aberturas cuadradas de seis pulgadas por lado en la pared delantera”. Por último, unas veinte millas al poniente, “había una tercera cueva que contenía trece casas en ruinas. Era también el mismo su material, pero las casas estaban construidas hasta el techo de la cueva y redondeadas de las esquinas. Se veían igualmente troneras redondas”.

    Las Californias
    La sierra de Durango. Foto: cortesía.

    Luego, en los años cuarenta del siglo pasado se reportaron en la cuenca del río El Mezquital-San Pedro, en el sur de Durango, por parte del arqueólogo mexicano Daniel Rubín de la Borbolla quien atendió la petición del entonces gobernador de Durango a que confirmara la existencia de las “casas de pigmeos” en la cueva La Joya, pues ahí se habían encontrado unos cuerpos de gente pequeña. Rubín de la Borbolla las identificó como momias de niños y a las viviendas como casas en acantilado e informó de otras dos en la ladera del Cerro Blanco, más otras dos en la Cueva del Pitahayo. Por su parte, Jesús Lazalde reportó dos en el propio Cerro Blanco y la ahora famosa Cueva del Maguey.

    Las Californias
    Investigando en la Cueva del Maguey. Foto: Cinthya Vidal.

    En los últimos veinticinco años se han localizado en las barrancas de varios de los ríos que bajan hacia la llanura sinaloense como el Humaya, el San Lorenzo, el Piaxtla y el Baluarte, pero todas en Durango, aunque algunas de ellas casi en los límites con Sinaloa. Asimismo, un equipo dirigido por el arqueólogo José Luis Punzo investigó de forma sistemática la Cueva del Maguey; estableciendo su ocupación entre el 1000 y el 1350 d.C.

    Cuevas en acantilados
    El cauce del río Verde y los cantilados que lo bordean.

    Hace apenas 10 años pudimos confirmar que hay también en la sierra sinaloense. Cerca de la comunidad de Las Californias, en el municipio de San Ignacio, varias cuevas se encuentran en los acantilados que ha formado a su paso el río Verde o Ajoya, uno de los afluentes del río Piaxtla, en una de las más inaccesibles, tanto por que el acantilado cae casi a pico y que está a una altura de más de 60 metros sobre el cauce del río. Aquí hay tres pequeñas casas en una cueva relativamente chica.

    Las Californias
    La cueva donde se encuentran las casas en acantilado. San Ignacio, Sinaloa. Foto: cortesía.

    Las tres estructuras fueron construidas con argamasa; cuya técnica, de acuerdo con J.L. Punzo, consiste en la colocación de un cimiento de piedras paradas enterradas en el piso de la cueva; sobre el cual se fueron colocando varias hiladas de piedra, primero unas grandes y luego cada vez más pequeñas, las cuales se unen con tierra batida mezclada con pastos y otras materias orgánicas. Una vez construido el soporte se coloca una capa de enjarrado, el cual solo fue alisado con los dedos o con madera. Los marcos de puertas y ventanas, se elaboraron con troncos delgados de pinos. En el caso de la cueva de Las Californias el techo era el propio techo de la cueva.

    Las californias
    Las tres casas de Las Californias. Foto: cortesía.

    Las casas en acantilado, al menos las de la sierra de Durango y Sinaloa solo podían alojar a una familia ¿Por qué habitar en zonas tan escabrosas, de difícil acceso y lejos del agua? Se ha pretendido que era por las continuas guerras que tenían entre sí los diferentes grupos serranos, en particular entre xiximes y acaxees, o incluso entre ellos. Al menos eso se desprende de los documentos de los misioneros jesuitas. Dice por ejemplo Hernando de Santarén en 1604: “no estaban muy juntos sino cada uno con sus hijos, nietos y parientes en unas rancherías fundadas en unos mogotes o picachos difíciles de subir a ellos. Y la causa era por las continuas guerras entre sí, aunque eran de una misma nación y lengua”.

    Por su parte Andrés Perez de Ribas en su conocida obra Historia de los Triunfos de nuestra Santa Fee entre gentes las más bárbaras y fieras del nuevo Orbe, publicada en 1645, señala que los acaxees “tenían sus rancherías y pueblos pequeños a manera de aldeas no en lo más alto de los pinares por ser tierra fría, sino en puestos más bajos y abrigados de las laderas”.

    Así pues, guerra o cuidarse del frío. En los últimos tiempos es el clima el factor que se ha considerado como el más importante; pues en realidad la guerra estaba sumamente ritualizada y los enfrentamientos eran pactados; una especie de guerras floridas donde lo que se buscaba eran prisioneros para ser inmolados en sacrificio y no se trataba de pillajes ni conquistas.

    El propio Lumholtz ya lo había advertido entre los tarahumaras: “Lo más general entre los indios que viven cerca de alguna barranca, es hacer dos siembras de maíz; la una en la montaña, á principios de marzo, y otra en junio, cuando comienzan las aguas, en el fondo de la barranca; y una vez que han cosechado en ambos lugares se retiran a sus cuarteles de invierno. A menudo la cueva ocupada por una familia no está á más de media milla…”

    De hecho, se han efectuado algunos experimentos donde se aprecia que la diferencia de temperatura dentro de las casas en acantilado respecto de las barrancas es de casi 10 grados. Eran pues las casas en acantilado sus residencias de invierno. El resto del año habitaban en las rancherías cerca de las tierras de cultivo.

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    Alfonso Grave Tirado
    Alfonso Grave Tirado
    Luis Alfonso Grave Tirado es arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), maestro y doctor en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Investigador del INAH Sinaloa en el Museo Arqueológico de Mazatlán. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Desde 1998 realiza trabajos de investigación arqueológica en el sur de Sinaloa donde ha dirigido más de 15 proyectos de investigación. En la actualidad coordina el Proyecto Arqueológico Sur de Sinaloa.